Oración del 2 de marzo
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Oración del 2 de marzo

5sentidosLa oración de los cinco sentidos es una invitación a dejar que la presencia de Cristo se haga viva en cada una de los sentidos de nuestro cuerpo para que desde ese contacto los podamos elevar a los sentidos del alma.

La humanidad y divinidad de Cristo se nos ofrece en la Eucaristía, memorial de su Pasión, muerte y resurrección. ¿Cómo rezar ante Cristo presente en la Eucaristía utilizando los cinco sentidos?

Vista

«Te miro Señor y sé que tú me miras. Me conmueve tu soledad, tu vulnerabilidad. Deja que mis ojos te acompañen. Son ojos limitados, débiles y pecadores, pero quieren descansar en ti. Acoge mi mirada como un deseo de verte siempre en toda la creación, en todas mis relaciones, en todas mis miradas. Quiero que tu Eucaristía, que tú Señor, aquí presente seas mi filtro. Ver todo y mirar a todos contigo y a través de tu presencia. Purifica mi vista, afina mis ojos. Ayúdame a dejar que la fe siempre los limpie y los proteja de cualquier atracción al mundo. Que mis ojos sean hondos y profundos para que siempre transmitan paz, amor, serenidad y alegría.

Mirarte cada día es gozar de esos ojos color de cielo. Esos ojos tuyos que me hablan del Padre, me transforman el corazón y me enseñan ternura. ¡Mirada de Dios, ojos benditos de Cristo, purifica mi vista y fíjala siempre en la tuya!»

Oído

«Escucharte es hacer silencio y abrir mis oídos interiores. Es acallar mi corazón para escuchar por amor el tuyo. Es cambiar el ritmo de mis latidos para adaptarme a los tuyos. Unir mi voluntad a la tuya. ¡Tú silencio me dice tanto! Es compañía, recuerdo, fortaleza, idioma fecundo que llena mi vida. La Eucaristía es tu Palabra que se vuelve eco de amor: Te amé, te amo y te amaré: aquí estoy para sostenerte y hablarte palabras de vida eterna».

En silencio quiero poner orden en mi vida. Quedarme con lo esencial, desechar ruidos, noticias, sueños y planes que no me dejan escucharte. Mi oído interior aprender a hablar tu mismo lenguaje: el de los hechos, el de las obras. Quedarme contigo, acompañarte. Escuchar tu mirada y ver tus palabras viajar de tu corazón al mío. ¡Palabra de Dios, amor sostenido en silencio, habla a mi corazón!»

 

Olfato

«Con tu Encarnación Señor me has enseñado la fragancia de la eternidad. Te has querido hacer alimento cotidiano, olor familiar tan necesario. Hueles a hogar entrañable, a recuerdo perfumado de Pan hecho vida de mi vida. Pan caliente, recién salido del horno del sacrificio de tu amor misericordioso. Eucaristía del amor.
Que mi alma te alabe por el perfume de la rosa, el jazmín y la azucena. Ellas me ayudan a sensibilizar mi alma y a bendecirte por tan hermoso frescor. Pero sobre todo que mi alma te alabe, bendiga y agradezca por el perfume de tu Eucaristía: Cuerpo y Sangre de todo un Dios, aroma de humanidad divina que me lleva hasta la cima del dolor y me permite contemplar el paisaje eterno de tu amor.

Quiero respirar hondo y disfrutarte. Olor suave, paciente, manso y cercano. Perfume delicado, tierno y eterno. ¡Aroma de Cristo, Palabra Eterna, fragancia de eternidad, inunda mi corazón de tu presencia!»

Tacto

«Señor, tú sabes que no soy digno de que entres en mi casa, tampoco de tocarte, me basta con rozar el borde de tu manto para ser sanado. Quiero tocarte con la fe y sobre todo dejarme tocar por tu presencia, por tu mirada, por tu Palabra y por el aroma de tu amistad.

Tu mano en mi mano, tu caricia en mi rostro. Mis manos en tus heridas para curarte y consolarte. Mis rodillas al suelo para lavarte los pies con las lágrimas de mi arrepentimiento. Déjame sentir el frío del suelo a cambio de escuchar de cerca el latido de tu corazón. Que entienda que el mundo es frío, la tierra es dura pero a tu costado, todo lo calientas, todo lo suavizas, todo lo puedo llevar si me tocas con tu amor inefable y misericordioso. ¡Ternura del amor de Dios, mano que me levanta, me acaricia y me perdona, sostenme siempre en tu presencia!

Gusto

«Te espero con anhelo cada vez que te miro para poder recibirte. Sabes a pan y vino pero eres Tú presente, vivo y eficaz. Sabías que me asustaría comerte y con humildad te quedaste en los accidentes para hacerte más cercano, más mío y así, sin apenas yo darme cuenta, al tenerte ya en mi corazón, tú me harías más tuyo. Gracias por tanta delicadeza.

Sabes a tierra pero eres eternidad encarnada. Eres uno de los míos y me quieres uno de los tuyos. Ayúdame a recibirte siempre con reverencia, con fe, con esperanza y caridad. Gustarte es prepararse gozosamente para el banquete más importante. Es cuidar todos los detalles de mis otros sentidos para poder acogerte como huésped: limpiar mi corazón, perfumar mi alma, purificar mi vista, silenciar mi oído, suavizar mi tacto.

Gracias por ser tan necesario, tan cercano, tan mío, tan nuestro. ¡Cuerpo y sangre de Cristo, alimenta mi cuerpo y santifica mi alma para que guste siempre de las delicias de tu amor!»

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