Diario de viaje 10: Salida de Colombia. Llegada a Caracas
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Diario de viaje 10: Salida de Colombia. Llegada a Caracas

ColegiodeBogota1

Colegio de Bogotá

Antes de salir de Villa de Leyva, una hermana me dijo que las hermanas de Caracas pedían si podía llevarles azúcar, café y papel higiénico. Es una oportunidad, me decían. ¡Santo Dios bendito! Tal como voy y ¿más? El peso que permiten es solo de 32 kilos y te hacen sacar de las maletas hasta un medio kilo que sobre… ¿Qué hacer?

Preparé las maletas y le dije a esta hermana: ven y ve. Así voy con estas dos maletas grandes, más maleta de mano, más bolso grande, más mochila, que ya tiene un asa rota. Sí, sí, comprendo…, me dijo, pero no te van a quitar nada, lleves lo que lleves… ¡No te preocupes!

Total que ella se fue a comprar todo lo que pudo y antes de salir de Villa de Leyva quiso meterme en las maletas varios kilos más. Al final, quedamos que pesaría las maletas en Bogotá y lo que pasara de los 32 kilos lo dejaría allí. Pero, fue llegar al colegio, y otra hermana recordaba que de Colombia a Venezuela permitían dos maletas de 20 kilos, es decir, 40 kilos, lo miramos y era cierto. Así que cabía todo en las dos maletas. ¡Hala, a cargar!

El viaje de Villa de Leyva al colegio de Bogotá duró 5 horas. Dicen que se tarda 3, pero el caso es que las veces que he ido siempre son unas 5. EL paisaje es precioso, todo verde. Me recordaba el país vasco. Os envío fotos del paisaje y alguna del cole.

Al día siguiente, al llegar al aeropuerto de Colombia, en El Dorado, había 12 grados, y, haciendo escala en Panamá, aterricé en Caracas con 37 grados…

Al pasar por el control de aduanas, no hacía más que rezar y ¡zas! Cuando ya creía que pasaba sin mención alguna, la señora del escáner de las maletas me dijo que me apartara, que me iban a registrar una maleta. Gracias a Dios era la más pequeña de las dos. El joven que me la revisó, me preguntó que si llevaba medicamentos. Fue directo al grano. Al oír esto, me dije: “me han pillado”. Procuraba estar tranquila. Le dije que sí, que llevaba algo. Lo 1º que vio fue ropa, un paquete que era de azúcar, y otro de café; se fue al fondo y buscaba los medicamentos, y ¿esto?, me dijo, “esto es Paracetamol” le contesté, -era un gran paquete- y continué: “Vd sabe cómo está este país”. Y, después de una pausa, dijo: “Pase hermana”. Y me dejó salir. ¡Casi me caigo! ¡Por fin todo dentro!

Una señora de limpieza del aeropuerto fue testigo de la escena y se quedó todo el tiempo viendo lo que pasaba. Me miraba con compasión…

Me esperaban las hermanas para ir a Petare, uno de los barrios más pobres, pobrísimos de Caracas. Me impresionó mucho. Me admiran cómo viven las hermanas aquí, pobres con los más pobres. Hacen colas y mil piruetas para conseguir algo de alimento y cosas necesarias.

Ya me han enseñado Caracas, que es una ciudad muy grande y extensa. Hemos ido a ver la Plaza Bolivar, las grandes avenidas, la catedral, La Asamblea Nacional, La Biblioteca Nacional, la Casa de Simón Bolivar, que estaba cerrada…

Llama mucho la atención que esta preciosa ciudad, al no haber tenido mantenimiento desde hace tiempo, muestra un aspecto de abandono y dejadez que es una auténtica pena! Podría ser magnífica. La hambruna se ha apoderado de grandes barrios donde se hacinan familias y familias que viven en las montañas que rodean todo Caracas. Es muy triste encontrar tanta pobreza, sueldos tan bajos, colas para todo…

Casi no pude dormir, eran muchas las emociones: pasar toda la carga, ver el barrio del colegio donde viven los más marginados, ¡ver esta ciudad tan bella y tan empobrecida!

Señor no nos dejes de tus manos. No las dejes de tus manos. Estamos siempre “en tus manos”, fuera de ellas no hay luz, sino solo sombras.

Continuará …

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