15 Mar Diario de Viaje 3: Caracas – Cunamá
14-3-2016
El día vuelve a comenzar pronto hoy. A las cuatro ya estamos de camino hacia Cumaná. Nos esperan casi seis horas de viaje en coche. Atravesamos y salimos de la ciudad de Caracas con negra noche y las calles casi desiertas. Es domingo y la gente no madruga tanto.
A medida que salimos de la ciudad hacia oriente el paisaje se va trasformando en verde intenso. No es selva pero es tropical. Y a medida que vamos avanzando, la carretera se va animando y se va llenando de gente. Nuestra conductora hace alardes de conductora profesional esquivando baches y saludando con una mano y una sonrisa los numerosos controles de carretera que van apareciendo. Y el paisaje también nos cambia. A medida que nos acercamos a Cumaná, el verde se torna amarillo y la vegetación antes frondosa se transforma ahora en arboles casi secos y arbustos. Este año aquí en Cumana ha sido especialmente deficitario de lluvia.
Durante el camino, el mar nos aparece y desaparece de la vista en varias ocasiones pero está siempre cerca, y nos muestra su esplendor. Y nos hace también especial ilusión encontrarnos con una Barcelona en tierra tan lejana.
Viajamos en dos vehículos. Las hermanas han aprovechado para suministrar algunos productos desde Caracas al colegio de Cumaná. La vida de cada día en Venezuela no es fácil. Hay falta de muchos productos de suministro básico en las tiendas. Y es muy difícil, por ejemplo, encontrar una batería de coche o unos medicamentos o según qué días un paquete de papel para escribir o un kilo de arroz.
Finalmente llegamos a Cumaná a las diez y pocos minutos de la mañana. Las comunidades de los colegios San Luis y de Madre Alberta de Cumaná nos reciben con la misma alegría y con esa misma mirada fraternal que encontramos en el aeropuerto de Caracas. Sus abrazos y sus sonrisas rápidamente hacen olvidar el cansancio del viaje. Y después de una breve presentación y unos cafés nos ponemos enseguida a trabajar. Vamos a tener nuestro primer encuentro de MFA en América.!!!
Las dos comunidades se juntan en el encuentro de cada mes y en esta ocasión han organizado el día de forma que al final se pueda producir un cambio de experiencias.
El esquema es el que ya conocemos. Oración inicial para poner al señor en el centro del día, presentación de un tema preparado por uno o dos de los miembros, trabajo en grupos y puesta en común. En esta ocasión, especial para todos, han precedido a los trabajos unas fantásticas actuaciones de algunos jóvenes de la comunidad con bailes y música en directo. Hay que hacer una mención especial al baile-gimnasia con que hemos iniciado todo para desperezar el cuerpo.
La eucaristía presidida por el padre Carlos ha sido de una calidez especial. El salmo “El Señor ha hecho cosas grandes en nosotros y estamos alegres” lo recordaremos todos los asistentes durante mucho tiempo.
Hemos compartido la comida que se había preparado en el patio del colegio-hay que decir que son unos 1700 alumnos los que hay este curso- y una breve sobremesa. Y, como no, hemos descubierto platos y bebidas típicas del país. Debemos hacer una mención especial a que ha sido mucho el esfuerzo que han hecho las familias para poder descubrir todos estos platos dadas las dificultades de suministros en que se halla el país.
Por la tarde hemos seguido con un trabajo de intercambio de experiencias, en el que hemos intentado responder algunas cuestiones y hemos asistido casi por casualidad al auto compromiso de Saiven Lopez –el marido de una profesora del colegio- de participar en el movimiento e iniciar el itinerario. Rezaremos para que el curso que viene pueda realizar el compromiso. El reto que las dos comunidades de Cumaná se han planteado es el de salir de la zona de confort y anunciar el movimiento a los demás. Ahí coincidimos todos. Pero en Cumaná han empezado ya a visitar familias con especiales dificultades y además de llevarles y anunciarles la Palabra, llevarles un poco de ayuda, sea en forma de un poco de arroz o en forma de pan.
El encuentro termina con manifestaciones mutuas de gratitud, con la entrega de un pequeño recuerdo hecho a mano y con la foto de familia.
El cansancio empieza a hacer mella y las hermanas incluso adelantan la hora de las vísperas para que podamos ir a dormir más temprano. Las rezamos en la capilla a las seis y después compartimos la cena y la sobremesa que sin darnos cuenta se va alargando, entre algunas bromas y sobre todo por las explicaciones del difícil día a día que se vive en el país.
A las ocho agotados nos acostamos a descansar. Ha sido un día intenso pero muy fructífero. Gracias. Y hasta mañana!!!
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