“Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos.” (Mateo 28,19)
Me coloco en la presencia de Dios, que viene y que llama.
Comenzamos el Adviento, tiempo de espera y de promesa, de preparar el corazón para el nacimiento del Mesías.
En esta senda hacia la Navidad, el Señor nos invita no solo a esperarle, sino a salir a su encuentro, como lo hizo San Francisco Javier, y a acogerle con confianza, como lo vivió Madre Alberta.
San Francisco Javier sintió el fuego del Evangelio y lo llevó a los confines de la tierra.
Madre Alberta encendió ese mismo fuego en el silencio cotidiano, en las aulas, en la vida sencilla y fecunda.
Él anunció con la palabra; ella evangelizó con la ternura.
Ambos vivieron el Adviento permanente de quien espera sirviendo y confía caminando.
En este tiempo de esperanza, también nosotros somos llamados a preparar los caminos del Señor:
— con gestos de cercanía,
— con palabras que animan,
— con una fe que se vuelve servicio.
Como Francisco Javier, que cruzó mares por amor, y como Madre Alberta, que cruzó las fronteras del alma, queremos preparar el nacimiento del Salvador en el mundo que nos toca vivir: en nuestras familias, en nuestro colegio, en los lugares donde la fe se apaga.
Pidamos al Señor un corazón encendido para la misión y un alma confiada para la espera.
Que este Adviento nos encuentre salientes y disponibles, encendiendo pequeñas luces en la vida de los demás.
Porque Jesús llega —y siempre llega— allí donde alguien ama, sirve y confía.
Gloria al Padre.
Novena a Madre Alberta
Señor y Dios nuestro, que nos diste a Madre Alberta
como ejemplo de amor y servicio a la Iglesia;
concédenos que sea reconocida
su santidad y danos,
por su intercesión,
la gracia que confiadamente te pedimos.
Amén.
Padre nuestro. Ave María. Gloria.
Encendidos para salir
“Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos.” (Mateo 28,19)
Me coloco en la presencia de Dios, que viene y que llama.
Comenzamos el Adviento, tiempo de espera y de promesa, de preparar el corazón para el nacimiento del Mesías.
En esta senda hacia la Navidad, el Señor nos invita no solo a esperarle, sino a salir a su encuentro, como lo hizo San Francisco Javier, y a acogerle con confianza, como lo vivió Madre Alberta.
San Francisco Javier sintió el fuego del Evangelio y lo llevó a los confines de la tierra.
Madre Alberta encendió ese mismo fuego en el silencio cotidiano, en las aulas, en la vida sencilla y fecunda.
Él anunció con la palabra; ella evangelizó con la ternura.
Ambos vivieron el Adviento permanente de quien espera sirviendo y confía caminando.
En este tiempo de esperanza, también nosotros somos llamados a preparar los caminos del Señor:
— con gestos de cercanía,
— con palabras que animan,
— con una fe que se vuelve servicio.
Como Francisco Javier, que cruzó mares por amor, y como Madre Alberta, que cruzó las fronteras del alma, queremos preparar el nacimiento del Salvador en el mundo que nos toca vivir: en nuestras familias, en nuestro colegio, en los lugares donde la fe se apaga.
Pidamos al Señor un corazón encendido para la misión y un alma confiada para la espera.
Que este Adviento nos encuentre salientes y disponibles, encendiendo pequeñas luces en la vida de los demás.
Porque Jesús llega —y siempre llega— allí donde alguien ama, sirve y confía.
Gloria al Padre.
Novena a Madre Alberta
Señor y Dios nuestro, que nos diste a Madre Alberta
como ejemplo de amor y servicio a la Iglesia;
concédenos que sea reconocida
su santidad y danos,
por su intercesión,
la gracia que confiadamente te pedimos.
Amén.
Padre nuestro. Ave María. Gloria.