MIÉRCOLES 3 DE DICIEMBRE
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Oración de los Miércoles
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 Encendidos para salir

“Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos.” (Mateo 28,19)

 

Me coloco en la presencia de Dios, que viene y que llama.

Comenzamos el Adviento, tiempo de espera y de promesa, de preparar el corazón para el nacimiento del Mesías.

En esta senda hacia la Navidad, el Señor nos invita no solo a esperarle, sino a salir a su encuentro, como lo hizo San Francisco Javier, y a acogerle con confianza, como lo vivió Madre Alberta.

 

San Francisco Javier sintió el fuego del Evangelio y lo llevó a los confines de la tierra.

Madre Alberta encendió ese mismo fuego en el silencio cotidiano, en las aulas, en la vida sencilla y fecunda.

Él anunció con la palabra; ella evangelizó con la ternura.

Ambos vivieron el Adviento permanente de quien espera sirviendo y confía caminando.

 

En este tiempo de esperanza, también nosotros somos llamados a preparar los caminos del Señor:

— con gestos de cercanía,

— con palabras que animan,

— con una fe que se vuelve servicio.

 

Como Francisco Javier, que cruzó mares por amor, y como Madre Alberta, que cruzó las fronteras del alma, queremos preparar el nacimiento del Salvador en el mundo que nos toca vivir: en nuestras familias, en nuestro colegio, en los lugares donde la fe se apaga.

 

Pidamos al Señor un corazón encendido para la misión y un alma confiada para la espera.

Que este Adviento nos encuentre salientes y disponibles, encendiendo pequeñas luces en la vida de los demás.

 

Porque Jesús llega —y siempre llega— allí donde alguien ama, sirve y confía.

 

Gloria al Padre.

Novena a Madre Alberta

Señor y Dios nuestro, que nos diste a Madre Alberta

como ejemplo de amor y servicio a la Iglesia;

concédenos que sea reconocida

su santidad y danos,

por su intercesión,

la gracia que confiadamente te pedimos.

Amén.

Padre nuestro. Ave María. Gloria.

 

Encendidos para salir

“Id, pues, y haced discípulos de todos los pueblos.” (Mateo 28,19)

Me coloco en la presencia de Dios, que viene y que llama.

Comenzamos el Adviento, tiempo de espera y de promesa, de preparar el corazón para el nacimiento del Mesías.

En esta senda hacia la Navidad, el Señor nos invita no solo a esperarle, sino a salir a su encuentro, como lo hizo San Francisco Javier, y a acogerle con confianza, como lo vivió Madre Alberta.

San Francisco Javier sintió el fuego del Evangelio y lo llevó a los confines de la tierra.

Madre Alberta encendió ese mismo fuego en el silencio cotidiano, en las aulas, en la vida sencilla y fecunda.

Él anunció con la palabra; ella evangelizó con la ternura.

Ambos vivieron el Adviento permanente de quien espera sirviendo y confía caminando.

En este tiempo de esperanza, también nosotros somos llamados a preparar los caminos del Señor:

— con gestos de cercanía,

— con palabras que animan,

— con una fe que se vuelve servicio.

Como Francisco Javier, que cruzó mares por amor, y como Madre Alberta, que cruzó las fronteras del alma, queremos preparar el nacimiento del Salvador en el mundo que nos toca vivir: en nuestras familias, en nuestro colegio, en los lugares donde la fe se apaga.

Pidamos al Señor un corazón encendido para la misión y un alma confiada para la espera.

Que este Adviento nos encuentre salientes y disponibles, encendiendo pequeñas luces en la vida de los demás.

Porque Jesús llega —y siempre llega— allí donde alguien ama, sirve y confía.

Gloria al Padre.

 

Novena a Madre Alberta

Señor y Dios nuestro, que nos diste a Madre Alberta

como ejemplo de amor y servicio a la Iglesia;

concédenos que sea reconocida

su santidad y danos,

por su intercesión,

la gracia que confiadamente te pedimos.

Amén.

Padre nuestro. Ave María. Gloria.