29 Sep MFA Madrid. 28 Septiembre 2019 Mohernando (Guadalajara)
Septiembre suele ser un mes complicado, con estrés, vuelta a la rutina para los que se fueron de vacaciones en Agosto, atascos, prisas y un largo de etcétera de cosas que realmente nos hacen poner el foco en lo que no es realmente importante.
El encuentro del Sábado 28 de Septiembre en la casa de los Salesianos de Mohernando ha resultado ser el «chute» de optimismo, impulso, alegría, paz y amor que todos necesitábamos.
Hoy, empezaré esta pequeña crónica como habitualmente suelo acabar las anteriores, animando a todos los que la leáis a que asistáis a nuestros encuentros, a que compartáis un día en familia, de sonrisas, de acercamiento a Jesús, de oración… o a que animéis a las familias que conozcáis a que prueben, que se asomen a ese amor cristiano que se respira en nuestros encuentros.
Yo, personalmente —y aun a riesgo de repetirme— vuelvo de los encuentros renovado, con fuerza para afrontar lo que me depara el día a día, y con el impulso de querer ser mejor y servir de ejemplo cristiano para mis hijos y los que me rodean.
Y, bueno, entrando en contar lo que hicimos, pues el comienzo no pudo ser mejor, salimos al precioso entorno del El Encinar de los Salesianos, disfrutando del extraordinario buen tiempo que nos regalaba el «veranillo de San Miguel», para hacer una dinámica de grupo, preparada por la hermana Begoña, en la que cada uno verbalizó una virtud propia y visualizamos lo importante que para la red de la familia Albertiana somos todos y cada uno de nosotros. Si uno se desanima, la red cae, nos apoyamos y ayudamos mutuamente para que la Comunidad florezca y se fortalezca.
También el que quiso participar dijo qué consideraba que había en el centro de esa red de amor tejida y sostenida entre todos, se apuntaron como pilares de nuestra red a Jesús, la unidad del grupo y a la Familia.
El padre Andrés recalcó que lo que estábamos haciendo en el encuentro era «Crear Comunidad» y que eso era fundamental para la pervivencia del movimiento de familia albertiana.
Luego, por sorteo, nos tocó contar qué de bueno —que hay mucho— veíamos en otro compañero del grupo. Fue especialmente enriquecedor escuchar cómo nos ven los demás y qué virtudes perciben en cada uno de nosotros.
Tras la dinámica el padre Andrés y la hermana Begoña nos entregaron dos cosas: una oración que incluía una lectura del Evangelio de Mateo y el dibujo de un árbol para que cada uno describiera su proyecto personal para el año. Mientras los niños jugaban y se divertían en el estupendo entorno del lugar —con campo de fútbol, tirolina infantil y jardines— los mayores nos retiramos en soledad para orar, reflexionar y para redactar nuestro proyecto personal.
El tiempo de introspectiva y de silencio es un regalo y una pausa necesaria y regeneradora en nuestro día a día. ¿Cuántas veces nos paramos y nos sentamos con nosotros mismos para escuchar a Dios? Muchas menos de las que deberíamos. La Voz de Dios siempre llega: en forma de idea, de impulso inspirador o simplemente nos llega al corazón su presencia real y su compañía. Nunca estamos solos.
La oración dirigida al Señor nos hablaba de «oír el silencio», de saber que siempre está con nosotros y de no poner excusas para no hablarle porque no somos capaces de parar. Después de la oración la lectura seleccionada (Mateo 7,7-11) nos invitaba a pedir pues se nos dará, a buscar pues encontraremos. Las palabras de Jesús contadas por Mateo eran un canto al optimismo, a la esperanza, a saber que Dios Padre nos ama como hijos suyos que somos de una manera intensa y pura y por lo tanto nos concederá lo que le pidamos. Se reflexiona añadiendo a la lectura «Todo padre amoroso desea complacer a su hijo, pero no siempre le da lo que le pide, ya sea porque no puede o porque no le conviene». Luego se nos pedía que contestáramos en la intimidad si sabemos pedir según la voluntad de Dios o solo para que nuestras necesidades sean satisfechas o nuestros deseos cumplidos.
Tras la oración y la reflexión sobre la lectura, cada cual intentó plasmar su proyecto personal para el año/curso que acaba de comenzar. El padre Andrés nos dijo que tratáramos de concretar actitudes/cosas que hacemos cada día, para que el proyecto fuera algo tangible y cumplible. Es un ejercicio muy interesante comprobar dentro de un año qué cosas hemos conseguido y cuáles debemos esforzarnos más por lograr.
Después volvimos a reunirnos y charlamos y debatimos, moderados por Begoña y el padre Andrés.
Tras la charla y la reflexión común, procedimos a elegir por votación a los coordinadores de MFA y las elegidas fueron Paloma, Mónica y Olga.
Mónica nos entregó el calendario para el próximo año y comentamos la posibilidad de que los niños mayores tuvieran un papel más presente en el grupo.
Tras la reunión compartimos comida, risas y conversación en los merenderos que hay en los jardines del Encinar.
Después de la comida, el padre Andrés celebró misa en la capilla y como siempre la ofició haciendo muy partícipes a los niños y niñas, de manera que la Eucaristía fue una celebración familiar y cercana.
Tras la misa y como colofón al encuentro, jugamos al juego preparado por Carlos Boto con dosis de humor e ingenio. Todos corrimos y nos reímos buscando los tesoros radiactivos de los extraterrestres. Y así con una sonrisa y espíritu renovado nos despedimos entre abrazos y besos hasta la próxima.
En la próxima es donde esperamos que esté tú. No faltes.
Andrés Cortés
MFA- Madrid
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