23 Jun Diario de viaje 2: Llegada a Panamá
La llegada al aeropuerto de Miami ya sabía que iba a ser «a la carrera», solo tenía una hora y media para coger el vuelo a Panamá, pero te hacen hacer tantas colas y «fichajes» que antes de salir del aeropuerto de Miami y del de Panamá tuve que por tres veces que dejar las huellas de los cuatro dedos de la mano, después de los dos pulgares y, además, una foto que te hace de medio cuerpo…
No solo me daba cuenta yo de que el tiempo era escaso, sino ellos también. Total que cuando pasé el primer control, me dice el encargado: «espere Vd. en esa columna que vendrá un oficial a buscarla», no me dio más explicaciones y se quedó él con mi pasaporte. Yo estaba tranquila pensando que sería para acompañarme por la falta de tiempo, no quería pensar que fuera por otra cosa… y pasaban los minutos y yo tuve tiempo de hacerme amiga de la columna, porque nadie venía…, al final un oficial, seguido de tres hombres con sus respectivas maletas, me hace seña de que le siga. Me uno al grupo, sin decir una palabra de más, y nos llevan a una sala con más personas que estaban esperando. Le digo a una encargada que yo tenía el vuelo a Panamá y lo podía perder. Me hizo las preguntas de siempre: de dónde venía, a qué… y me dijo que esperara, que me darían mi pasaporte, pero como el tiempo era escaso que después tendría que andar muy ligerita… ¡Eso ya lo sabía yo! Si al menos, me hubieran dado una explicación de todo aquello, pero nada. Yo esperando como una santa y rezando como una bendita, y el oficial sin aparecer. Al final, me llaman, me dan el pasaporte, me pasan por un control sin cola y que vaya a la puerta de embarque, todo esto que se escribe tan rápido, fue algo parecido al eterno que nos espera… Realmente, me di cuenta que lo habían hecho para ayudar y acortar el tiempo, pero… pasillos larguísimos, y cuando ya crees que estás, te indican que para esa puerta tienes que coger un tren interno hasta otra estación del aeropuerto… yo mirando al reloj continuamente… Sí, claro, al final llegué… corriendo por todas partes…en cuanto veía una hermosa cola, le decía al guardia con cara de pena, que perdía el avión y me dejaban pasar… (ya estaba aprendiendo).
Por fin, volando a Panamá. Las fotos desde el avión sobrevolando Miami eran maravillosas. Os incluyo alguna:
Madrid-Miami 6 horas de diferencia. Y Miami-Panamá otra hora. Ya iban 7.
Al llegar al control de la aduana, y pasar las maletas por la revisión, me dijeron que me apartara y que abriera las maletas. Me empezaron a preguntar que alimentos llevaba. Le dije que un poco de jamón al vacío, unas pipas, un poco de fuet… Fueron momentos duros, aunque yo estaba muy tranquila y fui conversando con la señora como si tal cosa. Me decía que estaba prohibido entrar al país productos autóctonos, (supongo que para la venta), yo le decía que nada de eso llevaba yo. Me volvía a decir que no se permite un alimento de más de 5 kilos, etc… yo le iba contestando tranquila, explicándole en la medida que se podía… No me nombró para nada medicamentos y yo tampoco. En un momento dado, cogió en sus manos un paquete que eran medicinas, y yo pensaba: «está tocando cápsulas», pero ella no sabía ni sospechaba y me preguntaba: por ejemplo, esto ¿qué tipo de alimento puede ser? y yo contestando como si nada, de las pipas y no sé qué más… Así estuvimos como media hora. Al final, se fío y me dejó pasar sin tocar nada. Todavía tuve cara para preguntarle: ¿verdad que lo que llevo es legal y lo puedo pasar? y me dice: «Sí, es que nuestro cometido es verificar que no entra en el país nada que esté prohibido». Y yo: ¡claro, claro! Así que tan amigas…
En el aeropuerto me esperaban dos hermanas que se cansaron de esperar…
Ya en casa, a las 10 de la noche del día 21, en que yo había salido de casa a las 10,00 de la mañana, más la diferencia de 7 horas…
Entre flautas y pitos nos acostamos a las 11,45 para levantarme a las 5,45… Hoy estoy bostezando todo el día.
No podía dormirme dando infinitas gracias a Dios. «En sus manos». Pero me venía a la mente la siguiente pregunta acuciante: Si esto me sucedía en Panamá, ¿¿qué puede pasar en el resto?? Y la respuesta era la misma: «En tus manos».
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