11 Abr Convivencia en Monte Alberta
El fin de semana de san Vicente, MFA-Cid nos hemos ido de convivencia a la casa de Monte Alberta en Ullastrell. Una antigua masía en medio del campo, cuidadísima, acogedora…un lugar privilegiado.
Gracias, gracias, gracias…millones de gracias a “con Ruah” por estos días.
Con inmenso cuidado han preparado cada detalle: ambientación de la capilla, dinámicas, oraciones, excursiones,… ¡hasta la preparación de los bocadillos que tenían nombre propio…!
Pero el mayor regalo de estos días es habernos sentido COMUNIDAD. Si ha quedado algo claro, es que somos una familia. ¡Nuestros jóvenes y niños, con qué cariño miraban unos por otros! Ninguno se quedaba atrás.
Y lo que tienen las familias numerosas, y lo digo como madre de una de ellas, es que todo el que llega, es bien acogido…donde comen seis, comen diez o más…
MFA no puede ser una familia cerrada, porque la alegría del Evangelio, de creer, de sentirse perdonado y amado, no se puede ocultar y se tiene que compartir.
Venimos con las pilas cargadas, porque el Señor ha tocado nuestros corazones, nos hemos conmovido. Y en este Año Santo de la Misericordia, regalo de gracia que nos ha hecho el Papa Francisco, aprovechamos para trabajar las parábolas de la Misericordia.
Hemos descubierto al Señor como Buen Pastor, que conoce a cada oveja por su nombre. Nos hemos sentido ovejas: indefensas, dependientes, metepatas,… y nos ha dicho suavemente: ¡Qué haría yo sin ti!
También como Padre que sale cada día a esperarnos, el padre que no tiene alegría completa si no estamos todos.
Buen Samaritano que no descarta, ni desprecia a nadie, mira el corazón y no las apariencias. Nos levanta y da dignidad al hombre. Y nos invita “Ve y haz tú lo mismo”.
Sí, estamos felices, queremos repetir…y aunque esta semana volvamos a nuestras rutinas, y caigamos, perdamos los nervios, no seamos tan dulces como hemos sido…”sabemos de quién nos hemos fiado”. Es Él el que hace las cosas nuevas, el que transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. Y con el Jubileo ganado, pasando por la Puerta Santa de la Basílica de Nuestra Señora de Montserrat, tenemos fuerzas que nos dan el Espíritu y nuestra Madre.
¡Hasta pronto!
Carmen Villanueva, MFA-Cid
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