01 Jul Diario de viaje 8: Salida de Managua. Llegada a Colombia
Antes de salir de Managua, me llevaron un rato a ver la parte nueva de Managua que mucho me gustó. Os envío una foto de la casa donde pude darme un bañito rápido en la piscina de una señora amiga del colegio de Managua. Se estaba fenomenal porque había una tranquilidad y una paz impresionante. Ya no era solo el baño, sino todo el conjunto, la belleza del lugar y la calma de la que gozábamos.
Y, por la noche, fuimos a ver el volcán Massaya. ¡Algo espectacular! Todo muy oscuro, dejan subir solo de 20 en 20 coches. Hay que subir a pie un pequeño montículo desde donde te asomas y ves, al fondo del cráter, la lava como crisporretea, como fluye, cómo salta… Es todo un espectáculo. El cielo estaba cuajado de estrellas y se estaba “de cine”. Daba un poco de vértigo asomarte desde una zona que el murito te llegaba a la rodilla. Más arriba ya había un muro que al menos nos llegaba a la cintura, y podíamos asomarnos bien, sin miedo. Nos dejaban estar solo 15’, pero ¡los disfrutamos!
Cuando calculamos que teníamos que salir para coger el avión para Panamá, escala para Bogotá, a las 4,30 de la madrugada, casi se me paraliza el corazón…, entonces, no merecerá la pena acostarse ¿no?, pero sí, al menos algo. Ya, el domingo pasado me levanté a la 5,30 de la mañana para llegar a misa a las 9,00 a León. Creo que ha sido la primera vez en mi vida que me levantado tan temprano un domingo… Hoy, también ha tenido que ser a las 5,00 y mañana tendrá que ser a las 3,30… total que si seguimos así… A todo se hace uno. Además, no hay otra. ¡Soy una exagerada!
Al llegar a Bogotá, me decía a mi misma: “este es el momento decisivo, veremos que sucede son las maletas…” y quería estar tranquila… Cuando llegué al control de aduanas, me hacen pasar por un pasillo paralelo, detrás de una familia muy elegante. Yo pues, obedecí. Me di cuenta que me miraban el papel de entrada al país, el de control aduanero, pero las maletas no, eso era por la otro pasillo y que ya, allí mismo me encontraba en la misma SALIDA. A mí me entró un escalofrío por el cuerpo y una emoción grande. Pero, “¿es que todavía no te fías, Begoña?” Sí, sí, claro. Me vinieron a buscar tres hermanas. Y yo les explicaba que no me habían pasado por el control de maletas y ellas: pues qué suerte, qué bien, pero no se hacían cargo de lo que significaba para mí. Yo estaba súper emocionada. Porque sabía que era Él, nadie más… y eso me emocionaba mucho. Tanto pedirlo, tanto susto, y Dios cuando quiere algo: ¡zas! Te sorprende con algo aún más grande que te deja “fuera de juego”. Pienso si al matrimonio que iba delante de mí le hicieron pasar por ese pasillo por ser algo especial, diplomáticos o algo más, y yo como iba detrás, sin darse cuenta me dieron el paso.
Resultaba que esperábamos en el aeropuerto a dos postulantes que venían de Cumaná (Venezuela) con unas tres horas de retraso, y había, también, una hermana de la comunidad de Roma que viajaba a Panamá. Cuando, por fin, llegaron las postulantes, bien majas, por cierto, nos fuimos a comer algo. Y ya a las 4,30 de la tarde nos despedimos de la romana, que tenía un vuelo a una hora tardía, y nos dirigimos al Colegio de Bogotá que es precioso. Dimos una vuelta por todo y a las 6,30 nos fuimos a Villa de Leyva, a dónde llegamos a las 10,30 de la noche, después de una larga carretera de curvas, lluvia, baches… Allí nos esperaban todas las hermanas que residen en Colombia, ya en Bucaramanga como en Bogotá. A las 12,00 más o menos pude apoyar mi cabeza en la almohada dando gracias por Él no falla ya que “estamos en sus manos”. Si tuvierais fe…
Continuará…
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