Ver la vida con la mirada del Evangelio
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Ver la vida con la mirada del Evangelio

Oración del miércoles 16 de enero.

Ayúdanos a cambiar, Señor,
nuestra mirada mundana, egoísta,
poco comprometida, temerosa, acomodada.

Ayúdanos a cambiar para mirar las cosas, el mundo,
la vida, con tu mirada y desde tus ojos.

Quítanos las anteojeras que vamos construyendo a lo largo de los años,
que nos aíslan del dolor y del sufrimiento de los que caminan al lado.

Sacude nuestro corazón para que aprendamos a ver 
con los ojos llenos de Evangelio y Esperanza de Reino.

Corre ya el velo de nuestros ojos para que, viendo, podamos
con-movernos por los otros y movernos desde lo profundo de cada uno
para acudir a dar una mano (y la otra, y la vida toda…)
a los que están caídos al costado del camino, 
a los que esta sociedad ciega ha tirado a un costado 
porque no cuentan o no interesan a las leyes del mercado.

Que la ambición y el conformismo,
la comodidad y las falsas seguridades no nublen nuestra mirada.

Desata ya mismo un vendaval que se lleve las nubes de nuestras explicaciones fáciles, 
y también de las díficiles;
a Vos no alcanza con explicarte, 
hay que vivirte y contemplarte allí donde se te antoja estar
y no donde a nosotros nos conviene ver.

¿Será tan díficil, Señor, 
que nos demos cuenta que no estás en el crucifijo de madera tallada que adoramos
sino ahí tirado entre los que ni siquiera miramos?

Convierte nuestra mirada
para hacer posible y cotidiano el milagro del buen samaritano,
ver al otro y acercarse no pasar de largo,
compartir, ser generoso, dar todo por el hermano.

¡Cuántas cosas son posibles, mi buen Dios,
si cambiamos la mirada,
si no damos vuelta la cara,
si no vivimos encerrados!

Abre nuestros ojos, ten compasión de nosotros,
como pedía el ciego del evangelio, que no veamos borroso,
no sea que confundamos el camino y creamos encontrarte donde tú no te has quedado.

Descúbrenos, Señor, tu presencia viva entre los pobres.
Que te reconozcamos en el desnudo, el hambriento,
el que está solo, el preso, el enfermo,
y tántos otros Señor,
en quienes nos sales al encuentro cada día,
sin que a veces lo advirtamos,
por tener el corazón endurecido y los ojos cegados.

¡Conviértenos Señor !
Devuélvenos la mirada confiada de los niños,
la transparencia que habla de lo que abunda en el alma.

No permitas que cerremos los ojos
y creamos hallarte dentro nuestro sin buscarte
y encontrarte por donde andas a diario.

Ayúdanos Señor a ver y a cambiar… a verte
y a optar… a utilizar esos lentes maravillosos que nos dejaste para mirar el mundo,
la realidad, la vida: La mirada del Evangelio, para ver con tus ojos de Dios.

Marcelo A. Murúa

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